El presupuesto participativo: herramienta de democracia participativa para la ciudadanía


"Todos los habitantes tienen derechos que deben reivindicar. Así el presupuesto participativo permite a miles de personas ejercer su ciudadanía cotidianamente y eso fortalece la democracia".
Olivio Dutra, primer intendente del Partido de los Trabajadores de Porto Alegre y padre del presupuesto participativo (1998).

INDICE
Introducción.
La innovación democrática de la participación ciudadana.
El Presupuesto Participativo.
Efectos económicos, sociales y políticos.
Conclusiones.

Palabras claves: Participación ciudadana, Gobernanza local, Democracia participativa, Planificación participativa, Presupuesto participativo.

Introducción.
Desde que en 1989 se pusieran en marcha las primeras iniciativas participativas o de proximidad ciudadana en la ciudad brasileña de Porto Alegre, los presupuestos participativos han abierto un nuevo ciclo en las experiencias de innovación en la gestión pública ganando presencia en América Latina como en Europa. En España las experiencias más significativas hasta ahora se han desarrollado en ciudades tan importantes como Sevilla, Córdoba o Getafe.
El trabajo recoge las nuevas formas de institucionalización democrática; la democracia deliberativa o participativa, propiciada por la implantación de los presupuestos participativos, y las posibilidades que tales formas de democracia tienen para superar los límites de institucionalización democrática restringida a las formas de democracia representativa. Se trata de formas de Gobernabilidad Democrática que para muchos teóricos/as sobre Presupuestos Participativos creen necesarias incorporar por su carácter innovador y para la constitución de nuevos medios de ejercicio de ciudadanía. En definitiva, tratan de cubrir la naturaleza incompleta (Benavides, M. 1991) de las instituciones de democracia representativa. Seguidamente, el texto tratará la definición y efectos socioeconómicos y políticos del Presupuesto Participativo como herramienta de ciudadanía. Para finalmente, abarcar un análisis somero sobre las experiencias de implantación del Presupuesto Participativo en el ámbito internacional, nacional y local.

La innovación democrática de la Participación Ciudadana.
La necesidad de modernizar y democratizar la gestión pública se ha convertido en uno de los principales retos para la sociedad y el Estado. Desafío que inaugura un nuevo ciclo de innovaciones institucionales y democráticas, ocupando el presupuesto participativo una posición central en las políticas públicas estatales.
Creemos positivo situar el contexto y la emergencia de esta experiencia dentro del marco de las prácticas de participación ciudadana. Esta descripción no sirve sólo para saber más, sino para comprender mejor el por qué de su creciente expansión en España y las diferentes orientaciones que presenta, lo que nos puede ayudar a comprender los intereses y también los problemas de su puesta en marcha.
Las democracias representativas occidentales, aquejadas de problemas de gobernabilidad y legitimidad, han desarrollado en los últimos años un interés creciente que les ha llevado en muchos casos a volver la mirada hacia experiencias democráticas puestas en marcha en otros lugares, con el fin de extraer elementos que permitan superar los condicionantes de crisis que aparentemente se dan en los sistemas políticos representativos contemporáneos. En ese sentido, los procesos de redemocratización iniciados en Latinoamérica en la segunda mitad de los años ochenta del siglo XX, a pesar del contexto de dificultades en el que se vienen desarrollando, especialmente las de tipo socioeconómico, están permitiendo sin embargo la puesta en escena de prácticas concretas de democracia que concitan una enorme expectación a la vez que recelo.
Tradicionalmente, lo “local” se ha considerado un espacio privilegiado para construcción democrática y la participación ciudadana. Es el lugar donde con más frecuencia los vecinos y las vecinas entran en contacto con la representación política o con el personal técnico de la Administración, donde se materializan normalmente los servicios del Estado, y donde la gente se organiza en redes de cotidianeidad. En definitiva, lo local es el lugar donde toman forma normalmente las formas de ciudadanía. El ámbito municipal, las ciudades, mediante el impulso de muchos gobiernos locales se están convirtiendo en el marco de la renovación democrática, actuando a modo de laboratorio de la democracia, a partir de la integración a la ciudadanía plena a importantes sectores de población normalmente excluidos de la acción pública. Esta nueva visión política de los gobiernos locales por la ciudadanía plena exige, entre otras cosas, la creación de instrumentos que relegitimen la toma de decisiones políticas por parte de los gobernantes mediante una profundización en la democracia local.
La democracia participativa local configura un escenario muy distinto al de la participación en la democracia representativa tradicional. Esta nueva configuración es la que dispone el marco adecuado para la emergencia de los procesos de innovación democrática local, como es el caso del Presupuesto Participativo, que es una de las herramientas de democracia directa que pone sobre el tapete de la gestión local la existencia de fórmulas de cogestión y codecisión entre instituciones y ciudadanía en materias importantes de gobierno municipal.
Con lo cual, la constitución de formas de gestión participativa (Barrera, A.2009) tiene como principal propósito la democratización de las relaciones entre el estado y la sociedad. Supone la puesta en juego de una serie de instrumentos y mecanismos que de forma sistémica propi-cien y activen la participación, la planificación y el control de la ciudadanía sobre las instancias de gestión pública, al tiempo que se promueve la mayor eficiencia de estas últimas.
La democracia real (García, F. y Carrillo, A. 2008) toma sustancia cuando se ejerce en los espacios de toma de decisiones. Si la participación ciudadana no desborda la mera aportación de iniciativas o se concibe simplemente como una herramienta de consulta, en realidad estamos haciendo uso de una concepción empobrecida de lo que debe ser la participación. El ejercicio de la democracia cotidiana debe intentar disminuir las diferencias entre administradores y administrados, y para ello quizás podríamos partir de la premisa de que la ciudadanía, articulándose en procesos y medios facilitadores, puede ser capaz de intervenir eficientemente en la gestión de su ciudad.
La invocación a la participación social está basada en el deseo de romper con la inercia de exclusión y segregación de la mayoría de la población, y sobre todo de los sectores populares, en la toma de decisiones de las políticas públicas que afectan su vida y posibilidades de desarrollo, y en la necesidad de un reapropiamiento de la esfera pública que promueva y dinamice las relaciones entre estado y sociedad.
Es decir, los significados y contenidos dominantes de la participación están fuertemente subordinados a los procesos de globalización de la economía de reestructuración del estado, y a las modificaciones en la relación entre estado y sociedad. En este contexto, la participación está referida a la presencia de actores individuales o colectivos en particulares espacios de in-fluencia en las decisiones estatales sobre las políticas “menos duras”, en tanto que las decisiones económicas y las representaciones políticas tienden más bien a constreñirse a ámbitos más cerrados; la participación queda acotada, además, a espacios locales, municipales o comunales con fuerte carácter heterónomo, en tanto las decisiones que marcan el futuro de las localidades están cada vez menos en manos de ellas mismas.
Pero la participación, por fin, se entiende como posibilidad de coadministración en la prestación de servicios públicos, incluyendo principalmente su financiamiento y la socialización de costos. El panorama dentro de esta vertiente “participativa” conduce casi unívocamente a la constitución de “actores sociales sujetados” dentro de una lógica de reproducción de roles, espacios y contenidos predeterminada. No obstante, también es indudable que lentamente ha prosperado una práctica y una noción de participación con un sentido democratizador, que busca ampliar los campos de desenvolvimiento e incidencia de la acción social.
Este sentido democratizador puede presentarse tanto como “aperturas” desde arriba, si es que las iniciativas quedan restringidas al ámbito de la institucionalidad, pero también como construcción de dinámicas de acción y organización social y de ciudadanía en sentido extenso.
Esta forma de participación implica un proceso de resocialización de la política y de configuración de un espacio público deliberativo que abre oportunidades de ejercicio de nuevas formas de gestión, de mejoramiento de las capacidades propositivas de la sociedad local y, sobre todo, de ciudadanización de las demandas y propuestas, incluso parece cada vez más elocuente que, pese a las dificultades y amenazas, la participación es un factor de construcción de una administración pública democrática y eficiente (Font, 2001: 34-58).
Los múltiples sentidos que pueden atribuirse a la noción de participación conducen, entonces, a la necesidad de discutirla como parte de los componentes de proyectos políticos mayores. La participación es un nodo articulador de una más amplia formación propositiva, política y discursiva que, en tanto se ordene de uno u otro modo, o comparta lugares con una u otra concepción de lo social, lo político y lo económico, producirá nexos de significado disímiles y en contradicción.
Coraggio propone “la posibilidad de pugnar por un ejercicio autónomo de la soberanía popular”: son participaciones activas (Coraggio, 1991: 215-237). Este tipo de participación activa implica que los ciudadanos, individual o colectivamente, se constituyen como tales en la medida en que disputan y ejercen sus derechos y son capaces de hacer frente a una serie de compromisos sociales para la satisfacción de las necesidades colectivas.
La participación democrática apunta, entonces, hacia la construcción de ciudadanías no sólo en el sentido de involucramiento real y efectivo en los asuntos públicos, sino especialmente en la afirmación de derechos civiles, políticos, sociales y económicos: no hay posibilidades reales de ejercitar la libertad e igualdad políticas si no existen mínimas condiciones de igualdad social en términos de educación, salud y seguridad material y, en general, si no existe participación en las principales oportunidades sociales que ofrece una sociedad (Cunnil Grau, 1999).
La participación democrática entraña además el establecimiento de dinámicas de apropiación social del territorio, coadyuva en la formación de sentidos de pertenencia e identidad1. La ciudad ajena y amenazante conduce inercialmente a la formación de un sentimiento de extraña-miento y desapropiación territorial y cultural y de vivencia fragmentada y dispersa. La participación debe reconstruir un cierto sentido de unidad y
1 Sobre mecanismos de participación, Ver Font, Joan y otros (2000). totalidad a través de una dialéctica de pluralismo y consenso, de particularismo y universalidad, de confrontación y negociación (Borja, 1987: 156). Una amplia variedad de mecanismos pueden acercar la ciudad al ciudadano y por esta vía reconstruir un sentido de pertenencia e identidad.
En todo caso, existen muchas formas de participar y aquí no podremos hablar de todas. Nos limitaremos a explicar y discutir un proceso de participación orientado a la mejora de las políticas públicas, el presupuesto participativo. Es decir, hablaremos de un proceso organizado orientado a la toma de decisiones y a acabar influyendo en la realidad. (Font & Blanco, 2006: 14).

El Presupuesto Participativo.
Podríamos definir el Presupuesto participativo2 como aquel mecanismo o proceso por el cual la población determina o contribuye a determinar el destino de la totalidad o de una parte de los recursos públicos de su municipio. De hecho, el Presupuesto participativo es una forma de democracia participativa en la gestión pública. (Genro,T. & De Souza, U. 1997 (a))
2 Los presupuestos participativos varían mucho de un lugar a otro por lo que es difícil dar una definición más concreta.
Ubiratan de Souza, uno de los primeros responsables del Presupuesto participativo en Porto Alegre (Brasil) propone una definición más precisa y más teórica que se puede aplicar a la mayoría de los procesos llevados a cabo en Brasil: “El Presupuesto participativo es un proceso de democracia directa, voluntaria y universal, donde el pueblo puede discutir y decidir sobre el presupuesto y las políticas públicas. El ciudadano no limita su participación al acto de votar para elegir al Ejecutivo o al Parlamento, sino que también decide las prioridades de gastos y controla la gestión del gobierno. Deja de ser un coadyuvante de la política tradicional para ser protagonista permanente de la gestión pública. El Presupuesto participativo combina la democracia directa con la democracia representativa, una conquista a ser preservada y calificada”. (Genro,T. & De Souza, U. 1998 (b))
El presupuesto participativo nace formalmente en 1989 en la ciudad brasileña de Porto Alegre, aunque anteriormente hubo algunas experiencias parciales. En 1990, en Montevideo (Uruguay), la población fue invitada a orientar el uso de los recursos quinquenales del Municipio.
Se pueden identificar tres grandes fases en la expansión de este nueva forma de participación ciudadana: la primera, desde 1989 a 1997, caracterizada por experimentaciones en pocas ciudades; la segunda, de 1997 a 2000, podríamos llamarla de masificación brasileña ya que en ese período más de 130 municipios de Brasil adoptaron el Presupuesto participativo; y la tercera, de 2000 en adelante, por la expansión fuera de Brasil y por su diversificación.

En la actualidad, no menos de 300 municipios de diferentes países han adoptado esta modalidad de gestión pública.
Aproximadamente, el 80% del total de experiencias de gestión a través del Presupuesto participativo se realizan en municipios brasileños. Los países de la región andina (Perú, Ecuador y más recientemente Bolivia y Colombia) son el segundo gran foco de experiencias. Con diferentes niveles de consolidación y en forma puntual, podemos encontrar experiencias tanto en los demás países de la región (Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, República Dominicana, Nicaragua, El Salvador y México), como en algunas ciudades europeas que han iniciado también procesos de Presupuesto participativo (Italia, Alemania y Francia) y varias ciudades africanas (por ejemplo en ciudades de Camerún). Algunos países asiáticos (por ejemplo, Sri Lanka).
En España, los presupuestos participativos empiezan a implementarse en el año 2001 en tres municipios (Cabezas de San Juan, Rubí y Córdoba) gobernados por Izquierda Unida (Pineda, 2004). Desde entonces, hasta finales de 2006, son casi treinta municipios los que han puesto en marcha el proceso, aumentando su número de una forma muy significativa a partir de las elecciones de 2007 (Almería, Santo Domingo de la Calzada, Xirivella, etc3.)
3Más de la mitad de las experiencias surgen después de las elecciones de 2007 (Pineda, 2009).
4 En Rubí, IC-V perdió la mayoría en las elecciones municipales de 2003 y el nuevo partido mayoritario, el PSC, decidió no darle continuidad después de haberse mostrado muy crítico con la experiencia impulsada por el gobierno anterior (Blanco y Ballester, 2011).
5 En Sabadell existió un proceso de participación en los presupuestos municipales en el año 2000, pero se trató de un proceso participativo único para toda la legislatura (Subirats et al., 2001; Blanco y Ballester, 2011).
6 Se produjo por cambios en el gobierno local tras las elecciones de 2003 (Ganuza, 2008). GAPP. Nueva Época, no 7, enero-junio 2012, pp. 51-90, ISSN: 1134-6035
7 La complejidad de las experiencias y los problemas políticos de gobernabilidad de los municipios han provocado que muchas de las más antiguas hayan tenido que pasar por períodos de suspensión. La proximidad de las elecciones municipales y la crisis financiera de los ayuntamientos han suscitado este año muchos problemas en muchas de las experiencias, hasta en las consideradas más consolidadas.
8 Aunque todavía el 79% de las experiencias implementadas, lo han sido por municipios gobernados por el PSOE e IU, ya existe un 15% de ellas en municipios gobernados por el Partido Popular. También otros partidos (CiU) e independientes han impulsado experiencias de presupuesto participativo (Pineda, 2009).
9 Véase Pérez Serrano et al., 2009.
10 La Oficina de Presupuestos Participativos de la Diputación de Málaga presta apoyo técnico, promueve campañas informativas y de difusión para dar a conocer y animar a la ciudadanía a comprometerse y tomar parte, y se ocupa de la formación del personal técnico y político de los ayuntamientos por medio de cursos y talleres
Durante todo este tiempo sólo cuatro experiencias (Rubí4, Sabadell5, Cabezas de San Juan6 y Algete) han sido abandonadas, las tres primeras después de las elecciones municipales de 2003 y la última después de las elecciones de 2007, el resto, desde que empezaron han continuado su curso aunque en algunos casos (Córdoba, Albacete y Jerez de la Frontera) con pausas motivadas por distintos problemas7.
Durante los primeros años, los proyectos se realizaron sólo en municipios gobernados por partidos de izquierda (IU y PSOE)8, que en general (la excepción es Albacete), mimetizaron la metodología de la experiencia de Porto Alegre sin tener en cuenta ni sus propias especificidades ni su complejidad (Pineda y Fernández, 2004). Con el tiempo, las que se han mantenido vivas han decido realizar cambios que les permitirían continuar el proyecto. Además, han surgido otras muchas experiencias que, por distintas razones, (tamaño poblacional, ideología, condiciones políticas, legales o sociales, etc.), han aplicado metodologías propias fundamentadas en sus especificidades (Pineda, 2005). No se puede tampoco olvidar la importancia que ha tenido para su expansión en España la aprobación de la Ley de Medidas para la Modernización del Gobierno Local, tanto por la importancia que concede a la participación ciudadana como por haber creado un marco legal adecuado a la participación territorial de los ciudadanos en el presupuesto (Pineda, 2004a).
En lo que respecta al tamaño de población, existen municipios que van desde ciudades gran-des, como Madrid o Sevilla9, hasta pequeños municipios, como Benalauría o Benarrabá. En estos momentos, y debido al fuerte impulso de la Diputación de Málaga10, ha aumentado significativamente el número de experiencias en municipios pequeños, pasando a ser el 38% de todas las experiencias existentes (Pineda, 2009).
Con lo cual, las experiencias se desarrollan en municipios rurales, semiurbanos (como Gobernador Valadares en Brasil) y también en otros totalmente urbanizados (como Belo Horizonte). Podemos encontrarlos en municipios con escasos recursos municipales como Villa El Salvador en Perú o en municipios europeos con recursos abundantes y también en el ámbito supramunicipal (agrupación municipios, regional y estatal).
No hay, ni sería deseable que hubiera, un modelo único, porque las experiencias son fruto de la realidad de cada región, de su historia local, de su cultura cívica, de la organización de su sociedad civil, de los presupuestos disponibles y, también, de la cultura administrativa de los gobiernos que las ejecutan. En Brasil, la fuerza de los movimientos sociales en las ciudades y la presencia en ellas del Partido de los Trabajadores explica por qué los Presupuestos Participativos tienden a ser ‘más urbanos’. En el área andina, la presencia de Presupuestos Participativos en municipios pequeños y medianos tiene que ver con la vitalidad que los movimientos sociales y las ONGs tienen en estos ámbitos. En Europa, los Presupuestos Participativos permiten, ante todo, modernizar la gestión pública en articulación con la participación ciudadana.
Efectos económicos, sociales y políticos.
Desde el punto de vista económico el principal beneficio que podemos esperar del funcionamiento de los presupuestos participativos es la consecución de una mayor eficiencia y eficacia en la gestión pública municipal.
La eficacia se asegura si la actuación municipal se adecua a las demandas y prioridades salidas de las asambleas, es decir a través de la democracia participativa. Las inversiones o actuaciones a realizar responden a necesidades reales y son los problemas que más preocupan a la ciudadanía por lo que su resolución aumentará el nivel de bienestar de la población. Al mismo tiempo evitará que la gestión municipal se utilice (más o menos disfrazada de interés general) según los intereses económicos de los políticos, como tantas veces hemos visto y que solo benefician a la minoría próxima a los gobernantes.
La eficiencia se consigue a través del control de la actuación municipal que realiza la asamblea o los delegados elegidos directamente para ello. Las autoridades municipales deben responder ante la asamblea de ciudadanos sobre los medios empleados, (diseño y presupuesto elegido, empresas contratadas, recursos puestos a disposición, etc.), para la consecución de los objetivos aceptados. La transparencia que ello exige puede evitar la corrupción y también el favoritismo y el clientelismo.
A pesar de la importancia de conseguir eficacia y eficiencia en la gestión municipal, la principal cualidad del presupuesto participativo es de carácter social, como factor de transformación social. La posibilidad de que las personas participen en la toma de decisiones que afectan a sus vidas les confiere dignidad y autoestima de la que muchas veces se sienten privadas y que es un elemento esencial para la felicidad y bienestar. Se reconocen capaces, al mismo nivel que el resto de la comunidad, para participar en las asambleas, determinar los principales problemas y buscar y promover las mejores soluciones. “La participación en las normas e instituciones que configuran la propia comunidad es un derecho humano básico y forma parte del desarrollo humano” (PNUD 2002).
La asistencia a las asambleas en las que todos tienen el mismo poder: “una persona un voto”, refuerza el sentimiento de ser parte integrante de una comunidad. Parte integrante activa en cuanto debe enfrentar sus problemas, junto al resto de la comunidad, y no esperar que la resolución de los mismos llegue sin su participación. Los ciudadanos y las ciudadanas dejan de ser simples observadores para convertirse en protagonistas de la gestión pública, es decir, ciudadanos plenos, activos, críticos y exigentes.
Asimismo, en las asambleas se relativizan los problemas individuales al escuchar las opiniones de los demás y se amplía la visión con todos los problemas de municipio. El sentimiento de comunidad, de grupo con las mismas necesidades debe prevalecer a la hora de priorizar la resolución de los mismos.
Esta pérdida de individualismo y aumento del empoderamiento colectivo crea una cultura democrática en la población y fortalece el tejido social lo que puede llevar a la formación de redes, de uniones a un nivel más amplio que el municipal y conseguir así una mayor fuerza para otras reivindicaciones.

En el ámbito político la importancia del presupuesto participativo reside en la profundización del ejercicio de la democracia, mediante el diálogo del poder público con los ciudadanos y ciudadanas. A la democracia representativa se une la participación directa de cada uno de los miembros del municipio, es decir, la democracia participativa.
El presupuesto participativo necesita de la democracia representativa para organizar el desarrollo de las asambleas y de todo el proceso de decisión. También, para ejecutar las decisiones que salen de ellas así como para informar de los resultados y rendir cuentas. Hay que tener presente que muchas veces el presupuesto participativo no empieza como resultado de reivindicaciones de movimientos sociales sino que el proceso comienza por la voluntad del gobierno local elegido que está dispuesto a democratizar su gestión. Así impulsa la participación ciudadana para la toma de decisiones, la asignación y el control del uso de los recursos públicos. Posteriormente el presupuesto participativo tendrá vida propia y podrá ser agente de cambio social.
Pero también puede ocurrir que el gobierno local elegido sea contrario al ejercicio de la democracia participativa ya que ello implica una disminución de su poder, poder conseguido democráticamente y que le ha sido otorgado por las urnas. Esta es la principal dificultad para la continuidad de las experiencias de presupuesto participativo y sobre todo para su expansión.

Conclusiones.
La tendencia internacional y nacional es redefinir el rol de las Municipalidades. Se busca transitar de un rol casi exclusivo de entregar servicios urbanos habituales hacia uno que pro-mueva y cree las condiciones necesarias para alcanzar el desarrollo local. En esta perspectiva, los gobiernos locales requieren manejar nuevos instrumentos de gestión que sean capaces de combinar las acciones que den respuesta a las apremiantes urgencias de la emergencia y el corto plazo con la necesidad de planificar, de manera armónica e integral , el futuro desarrollo local. Pero además, deben ser instrumentos de gestión que faciliten la concertación democrática entre los diferentes actores locales, de tal manera que los diversos intereses se encuentren reflejados en las decisiones del gobierno local.
En este marco, la planificación del desarrollo local, no puede seguir siendo diseñado ni impulsado por un solo actor: la municipalidad. Es preciso que la mayoría de actores locales, especialmente los provenientes de la sociedad civil, estén involucrados en trazar una visión compartida del futuro de la ciudad, de tal manera que se sienten las bases para definir las prioridades de política y las estrategias del desarrollo a largo plazo. Esta participación de los actores en la definición de las rutas del desarrollo, significa la concreción de una nueva gobernabilidad democrática local, y de una mayor y mejor eficiencia y eficacia de la gestión, toda vez que las diversas demandas sociales encuentren en el gobierno local un espacio en el que se expresen y sean atendidas.

Por esta razón, la Planificación Participativa, como instrumento del desarrollo local, se constituye en la mejor herramienta de gestión democrática y eficiente del gobierno local, en vista de que le posibilita que las decisiones se tomen, tanto desde una perspectiva que combina el corto y largo plazo, como a partir del debate y la concertación de diversos intereses presente en las demandas locales.
Si propugnamos la utilización del presupuesto participativo como instrumento de transformación social es necesario, por un lado, conseguir la máxima participación de la ciudadanía y, por otro, asegurar que el proceso se consolide incorporando todas las mejoras posibles y aumentando el porcentaje del presupuesto que se somete a la decisión de los participantes.
En efecto, una de las debilidades más comunes en todas las experiencias analizadas es la in-existencia de estrategias concretas para la participación de todos los colectivos. Para revertir esto sería necesario identificar acciones efectivas de comunicación (por ej., entre otras, a través de nuevas tecnologías) y ofrecer formación para grupos y beneficiarios determinados (por ej. jóvenes o colectivos menos favorecidos por circunstancias sociales, geográficas, culturales, etc.). Para que el presupuesto participativo se convierta en un efectivo proceso de participación y que repercuta en un aumento del nivel de democracia, es necesario hacer énfasis en la formación y capacitación de todos los actores implicados en el proceso y de aquellos susceptibles de ser involucrados. De esta manera serán los propios ciudadanos los que exijan la implementación del presupuesto participativo no sólo para mejorar la gestión administrativa de su municipio y a través de ella su calidad de vida, sino también para obtener todos los beneficios a nivel de desarrollo humano derivados de la activa participación en las decisiones de su municipio y conseguir una ciudadanía activa.
Con el fin de garantizar la eficacia y la sostenibilidad del presupuesto participativo es imprescindible contar con el compromiso de los políticos electos del Municipio de respetar el proceso y las decisiones surgidas de las asambleas. En caso contrario, existe el riesgo de desnaturalizar el proceso y dejarlo relegado a una mera instancia de consulta e información ciudadana o a una estrategia de fidelización política. Para evitarlo, es necesario garantizar y potenciar los espacios de deliberación ciudadana y los mecanismos de control. Esto, por otro lado, asegurará la eficaz y transparente ejecución de las propuestas surgidas de la ciudadanía logrando reducir la distancia que tradicionalmente existe entre la ciudadanía y las instituciones públicas.
Es un instrumento muy adecuado para trabajar por la inclusión social desde la implicación de los sectores más excluidos, dada su dimensión pedagógica y solidaria, así como por la aplicación de criterios de solidaridad que contribuyan a priorizar las propuestas ciudadanas recibidas en las primeras fases del proceso. Esta dimensión permite trabajar con la ciudadanía el conocimiento de las necesidades globales de la ciudad y permite hacer visibles las diferencias de intereses que se generan por el hecho de vivir en comunidad, así como provoca el debate en torno a qué es más importante para todos/as, permitiendo avanzar desde una perspectiva más individual de las necesidades a una perspectiva más colectiva.
El presupuesto participativo puede ser el enlace entre el ámbito político y el ámbito social y el medio para superar la escasa confianza de la ciudadanía en los representantes políticos.
Entendemos que la transformación social sólo será efectiva si se logra revertir las prioridades públicas a favor de los más desfavorecidos y que todos los ciudadanos sean los verdaderos protagonistas de las decisiones públicas.

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